La
educación que no cabe en un examen
Las evaluaciones externas que
hacen los alumnos estadounidenses llegan a la Casa Blanca por su volumen. En
España, las reválidas están en el centro del debate
En el protocolo en el que el Estado de Ohio explica las reglas de
sus pruebas escolares externas hay
instrucciones precisas sobre qué hacer si un alumno vomita sobre el examen. Si
se ha puesto enfermo pero puede continuar con la prueba tipo test, se le da un
nuevo pliego y se guarda en una bolsa el que tiene los vómitos para revisar las
respuestas y después destruirlo.
Estados Unidos lleva más de dos décadas haciendo estas pruebas.
No se trata del tradicional examen del profesor, sino de un control externo que
diseñan las Administraciones. En 20 años, ha habido tiempo para todo. Momentos
para la defensa convencida y para la protesta, plantes de alumnos insumisos e
incluso avisos de profesores de que sus estudiantes enferman o vomitan por los
nervios de enfrentarse a una prueba. Las empiezan a hacer antes incluso de
cumplir los cinco años.
Los exámenes, a debate estos meses en
España por la implantación de nuevas pruebas, han
entrado de lleno en la Casa Blanca. Esta misma semana, el presidente Obama dirigía una carta
a los padres y profesores estadounidenses para
proponer una nueva planificación “más inteligente”. En su caso es una cuestión
de volumen.
En España, un alumno puede realizar más de media docena de
evaluaciones de este tipo a lo largo de su vida escolar, desde la recién
instaurada prueba de tercero de
primaria a la Selectividad pasando por
los temidos exámenes internacionales de PISA, que se hacen
de forma muestral, no implican a todo el alumnado ni tienen consecuencias en su
expediente. El Gobierno español dejó en suspenso este verano el debate de los
dos controles más polémicos previstos por la reforma educativa. Al acabar las etapas de secundaria y bachillerato, los alumnos
deberán aprobar necesariamente una reválida para seguir
estudiando.
En Estados Unidos las cifras intimidan. Un trabajo reciente del consejo de colegios de las grandes ciudades, que representa
a unos 70 grandes distritos escolares, señala que desde preescolar hasta acabar
la etapa obligatoria a los 17 años, los estudiantes de las grandes capitales se
enfrentan a unos 112 exámenes estandarizados sin contar las pruebas
internacionales. Eso supone unos ocho en un solo curso. En los casos más
extremos y polémicos, los resultados determinan el futuro académico de los
chicos y sirven para fijar el sueldo que cobran sus profesores. Un estudiante
de octavo grado (13-14 años, el equivalente a segundo de secundaria en España)
pasa unas 25 horas lectivas del curso haciendo estos tests, según el trabajo
del consejo de colegios de las grandes ciudades citado en el artículo del New
York Times que aborda este asunto: La Administración de
Obama pide limitar los test en las escuelas.
“He oído a padres preocupados porque el exceso de tests está
impidiendo que sus hijos aprendan algunas de las lecciones más importantes de
la vida”, señala la carta de Obama. Aunque ahora pida una reflexión nacional y
la colaboración de estados y distritos escolares para redimensionar estas
pruebas, en el pasado su Administración ayudó a engordar la bola de los
exámenes que echó a rodar George Bush. Al programa republicano No child left
behind (Que ningún niño se quede atrás, con pruebas que pretendían limitar
la brecha racial e impulsar los centros más desfavorecidos) siguió el plan
demócrata Race to the top (Carrera a la cima) de la Administración
Obama. La polémica recién abierta no busca eliminar los exámenes. Todos
comparten que evaluar desde fuera es necesario.
Este tipo de pruebas están generalizadas a lo largo de Europa y
los países de la OCDE, aunque con significativas excepciones. Finlandia,
ejemplo de éxito educativo, no hace evaluaciones externas en primaria y deja en
manos de los centros y los profesores su puesta en marcha en secundaria.
España, como Estados Unidos, lleva desde la década de los 90 con
distintos tipos de evaluaciones. Comunidades autónomas como Madrid y Cataluña hacen sus propias pruebas regionales de diagnóstico,
que sirven para ver cómo va el sistema pero no cuentan en el expediente de sus
alumnos. Madrid, además, publica anualmente los resultados de los centros. ¿Son
buenas estas pruebas?
“Los sistemas de evaluación externa son imprescindibles, no
podemos renunciar. Es como ir al médico a que te hagan un chequeo. Si uno no
sabe lo que pasa dentro del colegio, no puede tomar medidas”, defiende Daniel
Santín, profesor titular de Economía Pública en la Complutense y autor del
informe Evaluar para mejorar, editado por la Fundación Sociedad y
Educación. La cuestión es para qué se emplean los resultados, si ayudan a las
escuelas a mejorar. Santín considera que las pruebas que Madrid aplica desde
2005, “no han servido para promover medidas concretas, solo para establecer
ránkings de centros” que han mantenido en pie de
guerra durante años a la comunidad educativa.
“Las pruebas deben
existir pero hay que diferenciar las repercusiones. No es lo mismo usarlas solo
para conocer la evolución de un centro que para determinar su financiación o
las retribuciones de sus profesores”, añade al debate el catedrático de Economía
Aplicada de la Universidad de Barcelona, Jorge Calero. “La
evaluación determina lo que se enseña. Después de PISA, que analiza
conocimientos de matemáticas, lengua y resolución de problemas, las distintas
pruebas nacionales comenzaron a medir esas mismas competencias. Ahora que PISA
empieza a evaluar la búsqueda de contenidos en Internet o las competencias
financieras de los alumnos, están determinando lo que pasará en el futuro”,
concluye Calero alertando del riesgo de que docentes, centros y hasta Gobiernos
enfoquen todo lo que aprenden sus alumnos solo a puntuar bien en
esas evaluaciones.
Obama, en su carta a los padres y profesores americanos, lo
advertía con estas otras palabras: “Mis profesores me inspiraron para abrir una
ventana a aspectos del mundo sobre los que nunca había pensado antes. Y esas no
son el tipo de cosas que se pueden medir fácilmente marcando una X en un test”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario